"El Taoísmo cuenta de una aldea que estaba situada al pie de una montaña. En esta aldea los niños eran escuálidos debido a la falta de luz solar. Un día un anciano salió de su casa con una pequeña cuchara. Los vecinos le preguntaron... "Anciano, ¿a dónde vas con esa cuchara?"... "Voy a mover la montaña", respondió el viejo. "Nunca podrás hacerlo" ... le gritaron con risas y burlas. "Sí, lo sé", dijo el viejo, "pero alguien tiene que empezar a hacerlo"

¿Cómo cambiar el mundo?

En diciembre de 2019, el mundo mantuvo un ritmo constante y sostenido que no preveía ningún cambio, al menos a corto plazo. Tres meses y medio después, la Humanidad se vio sumergida en una crisis existencial sin precedentes. Experimentamos una epidemia de gripe y un constante bombardeo de noticias catastróficas, que apenas nos dieron tiempo para digerirlas o procesarlas. ¿Qué fue lo que realmente cambió?
Nuestra especie Sapiens es altamente dependiente de contacto social. Aunque la socialización no fue el único evento que nos permitió llegar a un mejor lugar por encima de otras especies. La socialización, combinada con la velocidad con la que logramos adaptarnos a situaciones cambiantes, determinó la colonización de casi todo el planeta, y la rápida expansión de la Civilización tal como la conocemos hoy en día. El aislamiento y el miedo al contagio, típico de los tiempos de las pandemias medievales, cuestionaron la fe en el avance tecnológico en los días de la Inteligencia Artificial.

"Un mundo cada vez más interconectado se vio obligado a desconectarse por miedo al contagio"

Con el colapso de las relaciones sociales, muchos de los pilares cotidianos de los que depende la civilización occidental también se derrumbaron. La velocidad, la frenética necesidad de éxito, la acumulación de riqueza, validación social y, sobre todo, la falsa seguridad, perdió significado. Aprendimos, aunque algunos todavía no lo han hecho, que todo puede cambiar de un momento a otro y sin previo aviso. Las cosas que un día damos por sentado pueden no estar ahí a la mañana siguiente, por lo que valdría la pena repensar el valor de las cosas simples de la vida.
De hecho, ¿debería seguir atado a una imagen de validación social que no conozco y que me es totalmente ajena? ¿Realmente voy a permitir que los especialistas en marketing de marcas elijan el tipo de coche que conduzco, la ropa interior que uso e incluso las gafas con las que me cubro del sol? Estas eran realidades que hasta hace poco dábamos por sentadas. Hoy, a la luz de los tiempos que vivimos, nos cuestionamos mientras intentamos dar sentido al presente y reconstruir el tipo de estilo de vida que se perdió con la epidemia.